Castellano
La conciencia de que estas instalaciones no tenían otro destino que su propia destrucción me llevó a un estado crítico. El tren se detuvo en 1966. ¿Descarriló? En cierta forma continuó por un tiempo replanteando de otra manera –de forma objetiva– la asunción del caos. Contribuyó a esta decisión la presión del ambiente cultural de Nueva York, ciudad a la que había retornado a fines de 1965 con una beca de la Fundación John Simon Guggenheim, y propensa a que la mano del artista no se sintiese en la obra.
Con espejos plano cóncavos (tres cuartas partes rectas y una cóncava) conseguía el siguiente efecto: el reflejo que figuraba en la parte plana se invertía en la cóncava, de tal manera que uno podía ver su rostro unido por el cuello con la cabeza dada vuelta o las piernas separadas del cuerpo con zapatos en ambas extremidades. El sentido de estas obras era hacer ambientaciones capaces de conmover los supuestos sobre el orden de las cosas de los espectadores. Sólo pude presentarlo así en mayo de 1968 en el Museo Nacional de Bellas Artes de Caracas.