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Visión de una época

Texto vinculado a la exposición Deira, Macció, Noé, de la Vega, 1961 - Nueva Figuración, 1991, 1991

[...] Desde las dos puntas del espectro ideolo?gico se utilizaba el mismo paternalismo, la misma des- confianza hacia el cambio; en La Nacio?n, Manuel Mujica Lainez, o alguien cercano a Manuel Mujica Lainez, amansaba el susto diciendo que con el tiempo los chicos de la Otra Figuracio?n ya iban a calmarse; la izquierda, Tun?o?n, pedi?a el consabido mensaje de esperanza, el grito de la Revolucio?n. En esa zanja cruzada por los intereses –o cegueras este?ticas– de grupos ma?s o menos antago?nicos (que alguna vez habi?an coincidido en la Unio?n Democra?tica, en contra del peronismo) nacio? la apuesta de los sesenta, que se complicari?a con el sesenta y cinco del Di Tella, bajo el trueno de Romero Brest. Ahi?, en medio de esos fuegos cruzados, anduvieron los integrantes de la Otra Figuracio?n y todos los que –desde el teatro, la mu?sica, la literatura o la pla?stica– empezamos a crear en esos an?os.
Eran los tiempos en que los mayorcitos de la izquierda pura postulaban que Borges era un escritor que vivi?a en la Torre de Marfil y la derecha segui?a negando a Roberto Arlt porque escribi?a mal. Para otras minucias –que contribui?an au?n ma?s a la confusio?n general– los nacionalistas ligados a Tacuara acusaban a Borges de ser un escritor ingle?s y en ciertas partes de la izquierda se sospechaba que Arlt era demasiado anarquista, una especie de Ce?line que rozaba el fascismo. Entre el testimonio y el esteticismo, andaba la pintura. En literatura, las revistas de izquierda empezaron a reivindicar a Borges; en pintura, contra la quietud de las experiencias geome?tricas, irrumpi?a el informalismo e inmediatamente la neofiguracio?n, que tambie?n cundi?a en otras tierras. Y de manera gradual, con retardo, narradores y artistas en general se haci?an cargo del eje central de la historia argentina de esos an?os: el peronismo proscripto.
En la memoria pasan ra?pido los Ongani?a, los Levingston, los Lanusse, y Cuba y el Che, y aquella Facultad de Filosofi?a y Letras que, alla? en la calle Viamonte, uni?a dos aguas partidas, ma?s o menos, por la calle Co?rdoba; los intelectuales con Pavese y Sartre encarnados en el sobaco discuti?an por los bares de la calle Corrientes –de La Comedia a La Cultural, de La Giralda a La Paz, de El Colombiano al Ramos, pasando por El Gardelito– y miraban con desconfianza a esos pintores que se reuni?an en El Florida, de Viamonte y Florida; en El Moderno, de Maipu? –cuya puerta encaro?, despue?s, la galeri?a del Este que daba al Di Tella–, porque la pla?stica “era elitista” y era fa?cil remedar a Magritte cuando deci?a “ma?s bruto que un pintor”, agregando “argentino”. Los pintores respondi?an con grandes borracheras en las que endiosaban la vitalidad para rei?rse de los intelectuales. Ma?s de una vez, esas peleas ma?s o menos teo?ricas terminaban a las trompadas en el so?tano de El Coto –especie de zona franca, o por- tuaria, donde las futuras filo?sofas o socio?logas se trenzaban con las huestes de las artes visuales–, especialmente elegido para duelos que debi?an ocultarse de la polici?a. Aquella e?poca era una ra?faga, que no voy a historiar, porque mi u?nica intencio?n –al describir estas li?neas donde saludo los treinta an?os de la primera muestra de la Otra Figuracio?n– es mentar un clima, no sentar una teori?a. En todo caso, arriesgo una sola: que la Otra Figuracio?n nacio? de la tensio?n de esa e?poca, de la ferocidad de lo subyacente, de la premonicio?n –en el medio del ruido– de lo que iba a pasar y tambie?n de la compartida esperanza de que no pasara lo que despue?s paso?. [...]



Miguel Briante. "Visión de una época", Buenos Aires, Centro Cultural Recoleta, 1991