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Texto vinculado a la exposición Deira, Macció, Noé, de la Vega, 1963
Los iracundos [...] La muestra de los cuatro pintores argentinos Rómulo Macció, Luis Felipe Noé, Jorge de la Vega y Ernesto Deira es sin duda la muestra de pintura contemporánea más importante de la temporada realizada en Montevideo. Integran el grupo de la Nueva Figuración, que ha conmovido el ámbito plástico argentino y uruguayo.
Hace ya cuarenta años que los dadás difundieron sus objetos dadaístas ready-made y explotaron el collage. Sin embargo sus reflejos y enseñanzas fueron asimilados, por los artistas latinoamericanos, con enorme retraso. No obstante, esta es la primera vez que ciertas conquistas de los maestros europeos de la segunda década del siglo reaparecen con un nuevo sentido y sincrónicamente a los equivalentes movimientos europeos y americanos.
La Nueva Figuración tiene sus máximos representantes en Alemania, Estados Unidos, Holanda y también Italia y España. En los cuadros de Noé, en que aparece un inmenso televisor o unos carteles correspondientes a una manifestación, o cuando pega un espejo sobre la tela, el artista se dirige a organizar nuevas estructuras, mediante cuyo sentido estético no procede de las sumas de los componentes sino del espíritu de totalidad que se logra con ella. En la tela de Noé Introducción a la esperanza, cada fragmento no sólo tiene valor formal sino que constituye un dinámico y absurdo juego de imágenes fragmentadas, que revelan enfoques inesperados. En los objetos hechos que fabrica, Noé revela un agudo sentido de farsa. El collage se vuelve para el artista un método de exploración de la realidad, y un procedimiento para expresarla. La atmósfera de estas obras es la misma que en el cine nos da una película como 8 y ½; el mismo empeño por representar a la vida sin forma, ni fórmula, que manifiesta en última instancia el descreimiento en una instancia absoluta que gobierne el mundo. El público protesta ante obras de esta naturaleza porque el gusto por lo grotesco que resumen diversos episodios vitales suena a burla y proclama una filosofía existencial, opuesta al ordenado realismo de los que sólo creen en la concretez [sic] de la materia experimentable.
[...] En todos estos pintores de la Nueva Figuración dos realidades extremadamente distintas, una espiritual y otra material, se juntan e identifican, al punto que una parecería proceder de la otra. Tal deliberada actitud presupone una filosofía que niega la autonomía de cada una de las esferas de la vida, como ya lo había establecido el superrealismo y el dadaísmo, e incluso el marxismo. Es un arte como quería Sartre, comprometido, polémico. Pocas veces una situación histórico-social ha encontrado expresión más directa [...].
Frente a la monocromía de la pintura argentina, que, aunque emplea el color, lo hace en base a un solo tono, extremando lo pulido y bien terminado, la pintura de Macció y del grupo en general exacerba la policromía.