Castellano
Texto vinculado a la exposición Luis Felipe Noé, 1960
1960 fue un año de gran entusiasmo, trabajo, optimismo y convivencia con mis colegas próximos. En el mes de mayo –el mismo en que estrené mi paternidad, ya que Paula había nacido el día 6 expuse en la Galería Kalá, una pequeña sala dirigida por el profesor Juan Carlos Poletti. Este tenía la costumbre de acompañar las muestras con un boletín en el cual analizaba entusiasmado obra por obra. Lamentablemente no tengo ningún ejemplar del que hizo en esa ocasión. En el mes de noviembre expuse en dos salas de la Galería Van Riel. Esta funcionaba en el mismo local de la calle Florida donde antes la Asociación Amigos del Arte había desarrollado sus actividades en la época en que mi padre las organizaba. El tamaño de las grandes salas de esta galería a la antigua me permitió exponer lo que ya mi nuevo taller me posibilitaba: obras de gran tamaño. Entonces comprendí que, por lo menos para mí, era cierto eso que decía Valéry: “El pintor pinta con su cuerpo”.
Cuando pintaba en grandes formatos, el tímido explosivo se liberaba de la cárcel de su yo. Por esto también empecé a entender qué quería significar Rimbaud al decir “Yo es otro”. Y me entretenía conocer a ese otro. Me decían expresionista cuando comenzaba a sentir que en todo caso se trataba de la expresión, pero no del yo (del cual me liberaba), sino del otro que comenzaba a ser y que conocía en el acto de pintar. Lamento que, de la veintena de trabajos que había expuesto, sólo se conserven en la actualidad tres obras, al menos hasta donde tengo conocimiento:La idiota, Júpiter tonante y El restaurador de las leyes (anticipo este último de la Serie Federal ). Sobre todo, extraño mucho la ausencia de La matanza de los inocentes (una obra que medía dos metros y medio de ancho aproximadamente) y Las tentaciones de San Antonio. Más adelante me referiré a los motivos de la desaparición de varias de las obras que realicé durante los años sesenta.