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Texto vinculado a la exposición Ambiente, 1968
En 1968, cuando Miguel Arroyo, director del Museo de Bellas Artes de Caracas, me invitó a hacer por primera vez una ambientación de espejos, decidí cambiar el material: opté por chapas de metal espejadas. Si bien la reflexión era inferior a la de los espejos de acrílico, podía –si colocaba flejes detrás de ellas– eliminar las maderas y, de esta manera, hacer una instalación continua (o sea, un environment). Si bien yo relacionaba el efecto total de los espejos así instalados con mi teoría del caos, los comentaristas y críticos venezolanos lo conectaban con lo que más conocían: la Recherche Visuelle. ¡Esa costumbre de etiquetar en lugar de tratar de comprender la búsqueda del artista!
Posteriormente, ya de regreso en Buenos Aires, en 1972, realicé en la galería Carmen Waugh una muestra de espejos acrílicos junto con Elena Acquarone titulada Espejos Capicúas. [...] Tanto en esa muestra como en la de Venezuela exhibía una cama con una especie de baldaquín donde se ubicaba un espejo que devolvía imágenes, a veces atroces, a quien se acostara en ella: según cómo y dónde colocara su cabeza la persona podía convertirse, por ejemplo, en una especie de araña con un vientre de donde salían cuatro piernas. Esta obra (en realidad una de las primeras que hice con espejos) me llevó en 1972 al delirio de suponer que podía ofrecer habitaciones con las paredes y los techos forrados de espejos a lo que en esa época se conocía en Buenos Aires como “hoteles alojamientos”, y ahora “albergues transitorios”. ¡Menos mal que la idea no prosperó!
[...]
Volví a Venezuela en 1968 para la presentación de la ambientación hecha con espejos en el Museo de Bellas Artes de Caracas, a la que ya me referí. Era la primera vez –y sería la única– que lograba hacerlo. La muestra fue en el mítico mayo de 1968 y allí me enteré de la revuelta parisina. Acompañé la exposición con un pequeño catálogo que contenía una carta mía al director del museo, Miguel Arroyo. Lo curioso es que allí de lo que menos hablo es de los espejos y sí de mis ganas de retornar a América Latina.