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Reencuentro con la pintura

Reseña

Texto vinculado a la exposición Noé. Series “La Naturaleza y los mitos” y “Conquista y Violación de la naturaleza”, 1975

Reencuentro con la pintura Alrededor de 1968, en una fulminante operación comando, la pintura fue supuestamente enjuiciada, muerta y sepultada. Años después, Luis Felipe Noé, uno de los sindicados como ejecutores, aseguraba que todo se había reducido a una torpe denominación periodística para una crisis de fondo. También en esa oportunidad, Jorge Romero Brest, controvertido piloto de la vanguardia, creyó necesario absolver posiciones: “lo que vengo sosteniendo –afirmó en un reportaje– es que las modalidades tradicionales del arte visual (léase cuadro de caballete, estampa y estatua) han perdido su vigencia cultural. Que no es lo mismo que enterrarlos”. La muerte, pues, no se había producido, o por lo menos sólo cabía en la fanfarrona paradoja de Don Juan Tenorio: “los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, oportunamente utilizada en aquella ocasión por la furia santa de Raúl Soldi, que quiso salir al paso del entuerto desde sus músicos arcaicos y sus desvaídas doncellas. Un acontecimiento que acaba de tener por escenario la galería Carmen Waugh, la exposición de Luis Felipe Noé, ha servido, a través de uno de sus protagonistas, para clausurar la polémica, para que el agua, de alguna manera, recuperase su nivel y para que todos, de alguna manera, seamos felices como en un final de cuento. Sobre todo por la recuperación, no de la pintura, que cuestionada o no como valor de comunicación siguió incuestionablemente viva durante todos estos años, sino de un pintor. Porque es inútil aclarar que la honestidad intelectual de Noé cuando planteó la crisis, en los términos que fueran, hizo que fuera él el primero de los exiliados. Y que es esa misma actitud, basada en la misma línea de pensamiento, enfrentada a la misma situación del individuo frente a la sociedad, la que lo hace ahora retornar de ese autoexilio. Y lo dice en el extenso discurso publicado como presentación de su muestra: “todo eso que creí y sentí lo sigo creyendo y sintiendo a pesar de que ahora pinte”. Nada hace más sospechoso un presente como un pasado al que se le vuelve la espalda; en ese sentido Noé está a salvo en este reencuentro suyo con la pintura. Sobre todo a través de la suya, que ha vuelto a él con la temperatura exacta de la que, sin declinar, comenzó a abandonarlo a partir de la memorable serie de los Federales expuesta en Bonino en 1961 y sus aportes a la Otra Figuración, ese mismo año junto a Deira, Maccio y De la Vega, en el Salón Peuser. Sin embargo, hay que destacar una nueva forma de vitalidad en esta detonante serie de pinturas, collages y dibujos. La crónica cruel que desarrolló hace más de diez años, ese caos revelado como un paradójico orden no condicionado ni limitado, estaba sin embargo referido exclusivamente al hombre en su propio entorno, sumido en un conflicto que empezaba en él y solo en él se cercaba. La reaparición de la imagen humana, de la otra imagen, desde el pathos amorfo que la había precedido, tenía ese sentido. Pero ahora Noé ha descubierto a la Naturaleza y la ha ganado para su pintura, que es como decir que la ha incorporado a su imaginería anterior, que está de todas maneras involucrado con ella. [...] El retorno de Noé se ha producido con la verdadera pintura, dicho esto a pesar de la escasa importancia que el polémico pintor suele dar a este tipo de juicios de valor. Pintura que lo corrobora tanto en el puro placer de pintar, que alguna vez exaltó en una controvertida presentación en la misma sala de Carmen Waugh, como en la sabiduría que funciona detrás de toda esa comprometida libertad en que estallan sus figuras y sus paisajes. [...]



Osiris Chierico. "Reencuentro con la pintura", en Correo de la Semana, Buenos Aires, 1975