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Noé. Experiencias Colectivas

Reseña

Texto vinculado a la exposición Noé + Experiencias colectivas, 1965

El caos cuestionado
Noé o la agonía; Noé o la lucha contra la esperanza; Noé o el caos cuestionado; Noé o el caníbal de almas: los títulos para una nota sobre Noé podrían ser esos u otros, pero, fueran los que fueren, siempre deberían denotar la lucha contra las fuerzas que acechan al hombre, el combate del artista contra la conformidad, y la devoración del propio ser y del ser de los hombres, en la obra de alguien que parece llegar a la creación por el intento de destrucción de sus reglas.
Cuando se entra al noveno piso del Museo de Arte Moderno, se encuentra una especie de acumulación zigzagueante, entre desordenada y no, constituída por cuadros, maderas terciadas, recortadas y pintadas, que  se sostienen unas contra otras, y avanzan desde el frente hasta casi el fondo del salón como si fueran un arrabal de las artes. Así ha dispuesto Noé sus obras. Pero este zambullidor del caos, que desdeña o dice desdeñar el orden, no ha logrado crear el desorden, y si una construcción de arquitectura casi previsible. Por lo menos, esa es la sensación que toma al espectador que recorre el pretendido caos. Hay algo así como una oscuridad metafísica en esta pintura, y, más aún, en toda la actitud de su creador, si bien no nebulosa ni vacilante, intensa, casi tangible, que alude de continuo a una armonía próxima, una certeza inaprensible pero cercana, como si en lugar del desorden se estuviera en lo que es ineludible para todo auténtico artista, en una tangente del orden. Sin olvidar las distancias de una a otra arte ni las que median entre sus autores, Rimbaud, cultor del desorden metafísico, Noé, cultor del desorden pictórico, no pueden escapar a la armonía de la que son prisioneros. (...)

En algunos casos, como en la obra creada con De la Vega, el resultado es cabal, aunque –desde luego– no agradable. Nada hay de agradable en esta creación, y hay que admitir que lo desagradable es una de las componentes más reiteradas, y sin duda válidas, del momento que vive el arte contemporáneo. Que esa actitud valga fuera de estos instantes es otro cantar. La verdad es, todos los signos parecen indicarlo, que se viven momentos de autoinmolación artística destinados a favorecer una mutación cuyos alcances no pueden ser previstos. Estas obras de Noé están conscientemente destinadas a la extinción, cualquiera sea la calidad intrínseca de ellas o de su creador, sin duda valioso.

 



Basilio Uribe. "Noé. Experiencias Colectivas", en Criterio, año XXXVIII, nº 1480, Buenos Aires, 1965