Castellano
Texto vinculado a la exposición Luis Felipe Noé. Percepciones amazónicas y algunos otros, 1981
La pintura de Noé nace del expresionismo abstracto. Sus primeros pasos, en la década del sesenta y poco tiempo antes de integrar el grupo neofigurativo, eran postinformalistas. Desde las cenizas del informalismo Noé levantaba toda una poética figurativa, siempre apoyado en una forma propia de teorizar que, muchas veces, excedía los límites de una autoafirmación de valores y creencias particulares para transformarse en una concepción del arte y de la vida que es polémica por la fuerza arrasadora con que está enunciada. De ello dan cuenta sus libros (como la Antiestética, de 1965, y otros, algunos inéditos). [...] El descubrimiento del color es lo que signa su reaparición en la pintura, y esta muestra en Elía lo reafirma con énfasis. [...] Recorriendo los cuadros colgados en las paredes de Elía se nos ocurre que la pintura de Noé es como un discurso pictórico, y cada cuadro un fragmento de ese discurso. Es una obra narrativa que, así como está relacionada con la música (buscando las existentes correspondencias entre las artes), también está vinculada con la literatura pero de manera bien distinta a lo que sucede con el arte de la ilustración. En el caso de los ilustradores, vale la pena la aclaración, se parte de un texto o de una idea previa a la búsqueda de la imagen visual, y con esto hacemos referencia al método de trabajo, simplemente, sin establecer categorías de valor. En todo caso, la evaluación opera sobre los resultados y no sobre los métodos. Volviendo a Noé, ni la música ni la literatura existen independientemente de la pintura, antes bien: están indisolublemente fundidos en ella. Por eso, cuando Noé dice que “el pensamiento en la pintura se desarrolla en el acto mismo de pintar”, se está refiriendo de un modo muy particular a su propio mecanismo creador. La pintura y el dibujo, para Noé, son una escritura que no tiene otro principio ni fin, y en la que aparecen todas sus ideas y sensaciones; se trata de una forma particular del pensamiento que no es traducible a otras formas del pensar. Este pensamiento plástico y apasionado tiene una fuerza arrolladora que es imposible discutir, negar o cuestionar, como es imposible negar una vida. Es un pensamiento vivo que se expresa apasionadamente sin temor a las equivocaciones. Alguna vez el mismo autor habló de “Mi coherencia incoherente...”, y es como si se sumergiera en la pasta pictórica accionando febrilmente en un ritmo interior que resulta imparable; como una búsqueda de significados frente “al mundo que se me presenta con datos dispersos y variados”. Esta actitud mágica que intenta atrapar el misterio de un mundo que nace dentro de un mundo que muere (y la muerte es también –en sentido esotérico– un nuevo nacimiento) es tremendamente seductora, despliega poderes de encantamiento a los que es difícil resistir. [...]