Castellano
Texto vinculado a la exposición Noé. Visiones/Revisiones, 2012
Para entender el universo de Luis Felipe Noé hay que pensar a este artista como un silogista, en el sentido de que comenzó en 1959 un proceso de pensamiento, tanto gráfico como teórico, que sigue su desarrollo en la medida en que avanza, y al avanzar va sabiendo su siguiente paso. Este proceso continúa hasta hoy en día. Se convierte, de este modo, en un buscador empedernido de una lógica que lo ayude a comprender el mundo. […] Noé sabe lo que va haciendo en la medida en que lo va haciendo, y en esa formulación se va encontrando con los diferentes Noés a lo largo de su historia. Noés que supo orquestar en el dúo de obras tituladas RED, que representaron a la Argentina en la Bienal de Venecia de 2009. Podría decirse que todos los artistas tienen esa lógica de encuentro consigo mismo, pero en él ese fenómeno se refuerza ya que el acto silogista fue haciendo que, a lo largo de los años, se fuera encontrando no sólo con todos sus Noés visuales, sino también con el Noé teórico [...]. Este punto fundamental –a mi entender– hizo que Noé pudiera seguir pensándose como un artista en permanente cambio vital. […] Como todo pensamiento silogista, en ese devenir y encuentro se van concatenando los procesos hasta llegar a conclusiones o nuevas interrogantes para resolver. Este ejercicio le permitió desde temprana edad lograr algo más que un estilo. Como integrante del grupo Otra Figuración Noé generó una ruptura, un cambio en la manera de comprender las categorías de las artes visuales. Al romper las fronteras entre la pintura figurativa y la abstracta, Otra Figuración se propuso entender la pintura más allá de estas categorías, como un lenguaje en sí mismo. Años más tarde, en 2005, Noé profundiza este razonamiento, al curar una exposición titulada Pintura sin pintura, donde propone diferentes modos de encarar la imagen, con y sin este medio tradicional. En el prólogo de la presentación de la exposición plantea la siguiente tesis: “El arte llamado pintura es el arte de la imagen más allá del procedimiento que se utilice para lograrla”. Si bien la necesidad de categorizar es condición para la construcción de la lógica, suele hacerse confiando demasiado en la polaridad de los extremos: lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, la izquierda y la derecha, Oriente y Occidente, etcétera. En lenguaje plástico, se diría que olvida los grises, los tonos medios. En un contexto experiencial tan cambiante, Noé aborda filosóficamente en su obra la con - ciencia del caos para no encontrar paradójicamente sino un orden, una lógica. Utiliza tanto los contrastes más acompasados como los extremos, así como expande el empleo del color en fuertes y sonoras vibraciones contrapuestas. Toda su obra puede entenderse como un extendido campo de tensiones heterogéneas que se leen como un gran todo. En ella, la noción y presencia del quiebre histórico permanente se convierte en lenguaje, en un poderoso desarrollo metafórico para proponer nuevos puntos de vista sobre la cosmovisión contemporánea. Por eso, su concepto de caos es otro modo de comprender ese estado de opuestos, o incompatibles, que no lo son. ¿No es acaso para considerar esta visión de Noé –como artista y pensador del siglo XX y visagra del XXI– en donde nos muestra otro juego de relaciones, en medio de un juego de opuestos que se desarticulan como tales?