Castellano

Mi viaje-Cuaderno de bitácora

A MODO DE EPÍLOGO

1. Subjetividad – objetivada

Cada vez creo más en que la gran diferencia entre los animales y los hombres es que los primeros pertenecen al mismo orden que el mundo vegetal y el mineral, en tanto que los hombres pueden, además, ficcionar la realidad y, de esta manera, pertenecer simultáneamente a otra que, supuestamente, representa a la primera, ante todo a partir del lenguaje. Entre la mentira y la literatura la única diferencia fundamental de origen es la intención. Respecto de la imagen, luego del desarrollo de los medios digitales, ni la fotografía sirve como garantía testimonial. Manipular la imagen es lo mismo que mentir o crear artísticamente, según el caso. A través de los nombres de las cosas devienen los conceptos. Lo transportado por las palabras no son las cosas sino sus conceptos. Esto plantea un divorcio entre la cosa en sí misma y su concepto, aprisionado en el nombre o en una imagen, dado que esta puede operar como una palabra denominativa. El nombrador bautiza a la cosa con un nombre o una imagen.

El artista asume conscientemente algo que es inherente al ser humano: ser en la ficción. ¿Para qué? Para bautizar a las cosas dando otra imagen de ellas. Esto significa conceptuar de nuevo. Volver a concebir las cosas llenando los espacios vacíos en la relación entre ellas, y entre ellas y uno mismo. ¿Y por qué? Porque el hombre, desde el punto de vista sensorial, sólo las conoce en su relación con ellas, sean éstas materiales o abstractas. El conocimiento científico es posible en la medida en que el hombre puede llegar a una superación de toda subjetividad. Pero el artista, en el campo ficcional, sólo sabe de la cosa (entendida por tal cualquier elemento referencial para su hacer) cuando la vuelve a inventar a través de la nueva denominación que él le da por el medio artístico del que se valga.

Para hacerlo, subjetividad y objetividad se funden y se proyectan en un viaje-ficción que dura el tiempo de ejecución de la obra. El artista se permite asumir como tarea algo que está implícito en la condición humana: ficcionar la realidad. Con ello, elige trasladarse a una realidad de ficción por encima de la realidad natural. Pero habitualmente el hombre llama “realidad” a la construcción institucional que él, en tanto sujeto social, ha elaborado, a pesar de que no es otra cosa que una ficción. Por lo tanto, el famoso “realismo” de ciertos políticos no es otra cosa que el saber manejarse en el sistema ficcional. “Todo realismo es una ilusión”, decía Guy de Maupassant. En lo que a mí concierne, siento que la realidad y la ficción interactúan constantemente y en mutación eterna. Así como el fotógrafo que pesca el momento justo de aquello que quiere atrapar por medio de la imagen, aspiro asir un esquivo instante que refleje la maraña de la complejidad caótica en la que me siento inmerso. Y ese caos no es del mero mundo físico sino la interrelación de este con el mundo ficcional construido por los hombres.

2. Coherencia incoherente

Mi coherencia reside en lo que ignoro y busco. Mi incoherencia, en lo que –como un ser primitivo– trato de asir para entender algo ensayando diversos caminos. Esta es mi incoherencia coherente: una bolsa llena de una multiplicidad de cosas diversas no deja de ser un objeto lleno; pero si se radiografía su contenido se verá un cúmulo de objetos diferentes. Para mí, pintar es radiografiar lo interior que no es otra cosa que la resonancia de lo exterior. Salvo que el tema sea la naturaleza exterior, en ese caso sentiré la resonancia de su interior fundida con mi interior de hombre urbano. Y teorizar es para mí hacer consciente la lectura de la radiografía o de la resonancia.

Por ello mi pensamiento teórico se estructura en función de cinco sentencias que me parecen claves para asumir un método cognoscitivo en base a la inversión de la cosa, y para entender como lenguaje no ya a un sistema cerrado de codificaciones sino la aventura del espíritu del hombre. Estas cinco sentencias se repiten en mis distintos escritos, pero “ordeñadas” de manera diferente según el tema específico que se trate: “El lenguaje es el estar ahí del espíritu” (Hegel), “Yo es otro. Si el cobre se despierta clarín no es por su culpa” (Arthur Rimbaud), “El fenómeno llamado arte consiste en volver exterior lo interior, interior lo exterior y en convertir la naturaleza en pensamiento y el pensamiento en naturaleza” (Samuel Coleridge), “La poesía quiere expresar con palabras lo que no pueden decir las palabras” (Aldo Pellegrini) y “Las obras del espíritu sólo existen en acto” (Paul Valéry). Estas sentencias residen en mí como convencimientos. Cuando leí estos pensamientos, así, tan bien formulados, simplemente les di la razón: ellos presiden no tan sólo mi concepción teórica sino también mi quehacer artístico.

3. “Creo en el caos”

“Creo en el caos” significa: me interesa la eterna transformación de la vida. Y para un arte estático como la pintura es un desafío. Pero en tiempos complejos y acelerados como los que nos ha tocado vivir, creo que es necesario asumir el caos para lograr la imago mundi de hoy.



"Mi viaje-Cuaderno de bitácora", Buenos Aires, Editorial el Ateneo, 2015