Castellano
En el año 1971 Luis Felipe Noé inicia una terapia psicoanalítica con el Dr. Gilberto Simoes, a quien está dedicado este libro. A través de dicha terapia -que consistía hablar y dibujar al mismo tiempo- el artista inicia un camino de regreso a la pintura.
En terapia reúne los dibujos realizados en las sesiones, y el devenir de esas producciones, sus consecuencias, en una selección de más de 130 dibujos realizados entre Buenos Aires y París. Incluye también los personajes de la novela Códice Rompecabezas sobre Recontrapoder en Cajón Desastre y su serie de pinturas La Naturaleza y los Mitos.
CARTA A GILBERTO SIMOES
Querido Gilberto:
Como tu ausencia sigue en mí, presente, quiero contarte que he decidido publicar los dibujos que hice en las sesiones de terapia que tuve con vos de manera constante en 1971 y esporádicamente durante los dos años posteriores. Me refiero a esos apuntes gráficos que hacía mientras conversábamos, escritorio de por medio. Cuando me retiraba de cada sesión, los guardabas, escribiendo en muchos casos las fechas en que los había hecho. Muchos años después nos reencontramos y me los devolviste en un gesto típico de tu gran honestidad.
Jamás me acosté en un diván en aquellas sesiones. Conversaba sobre mi angustia de aquel momento, período en el que se entrecruzaban, respecto a la vida político-social, la esperanza con el escepticismo, provocando, en consecuencia, la duda sobre mi lugar como persona, ya que desde 1967 estaba alejado de lo que se llama vulgarmente expresión artística.
Recordar ese tiempo para mí no es fácil. Los acontecimientos en las distintas esferas (el arte, la política y lo personal) sucedían de modo casi simultáneo como si la realidad fuera una gran sinfonía discordante. Había dejado de pintar desde 1966 dado que mi búsqueda de asumir al caos como estructura de mis obras (que sentía y sigo sintiendo como la marca del mundo que me tocó vivir), me había llevado a realizar obras que desde la pared se proyectaban al espacio constituyendo pseudo-instalaciones muy difíciles de guardar, trasladar y, naturalmente, vender. Lo cierto es que cuando tuve que regresar en 1968 de Nueva York – donde había estado becado—, destruí esas obras a pesar de que me gustaban. Junto con ellas, me deshice también de las concernientes a una indagación que ya consideraba limitada (me refiero a la que hice con espejos plano-cóncavos en 1967 en búsqueda de ambientaciones caóticas, pero a partir de la realidad). Habiendo abandonado el plano como referencia pictórica, me costaba volver a él.
La pintura había dejado de ser para mí una buena terapia y un lenguaje relevante. Por lo tanto, en ese momento mi terapia consistió en dejar de pintar y mantenerme al margen del mundo de la competencia artística. Creía en la idea de una revolución que era ante todo el auto-cuestionamiento cultural que permitiera saltar de la situación colonial a la del protagonismo enunciativo.
Era una época en la que Herbert Marcuse decía que “El desarrollo de la realidad tecnológica socava no solamente las formas tradicionales sino también las verdaderas bases de la?alienación artística”, y Marshall McLuhan afirmaba: “Nos damos cuenta ahora de la posibilidad de arreglar el entorno humano como una obra de arte...”. Eran tiempos en los cuales muchos artistas habían dejado también de hacer obra plástica para comprometerse con lo político. Con ese espíritu escribí entonces un libro titulado El arte entre la tecnología y la rebelión que no publiqué porque, más tarde, me di cuenta de que si bien sus análisis sobre el tiempo que vivíamos eran correctos, sus proyecciones al futuro reflejaban en clave latinoamericana el candor propio de esa época.
Por esto, sin tener el quehacer artístico y en crisis militante, asumí mi gran angustia y la necesidad de una terapia psicológica.
Te fui a ver por recomendación de un colega tuyo, el Dr. Horacio?Scornik, quien había sido compañero mío en el Colegio Nacional Sarmiento. Descartaste desde el inicio la propuesta de un psicoanálisis, optando por encarar mi angustia con una terapia conversacional. Mientras yo hablaba, simultáneamente dibujaba. Comencé a hacerlo de manera espontánea, por lo que se convirtió en algo así como una terapia infantil. Lo cierto es que te diste cuenta de ello y, en consecuencia, tenías ya preparadas hojas y marcadores al comienzo de cada sesión.
El año 1971 fue para mí muy intenso. Entre otras cosas me ayudaste mucho a sobrepasar la muerte inesperada de mi gran amigo Jorge de la Vega. A fin de ese año me dijiste que considerabas que por el momento esa terapia estaba cumplida, lo que yo viví como si me dieras un diploma de salud mental. Sin embargo, reiteré algunas visitas a tu consultorio en 1972 y 1973.
Pasaron los años y algunas veces te encontraba de manera casual. Por otra parte, para mí eras siempre el Dr. Simoes a quien yo trataba de usted. Vino el paréntesis de once años (1976 - 1987) en el que estuve residiendo en París, y en los noventa, por razones personales, sentí la necesidad de volver a hablar con vos. Se inició entonces un período muy libre en cuanto al sistema psicoanalítico porque en cada reunión decidíamos cuándo sería la próxima sesión y eran, ante todo, conversaciones de dos hombres sentados en sillones. Comenzó así una amistad. Fuiste vos quien inició el tuteo (o el voceo para el caso), y esto ayudó mucho más a comunicarnos. Evidentemente me sentía cada vez más amigo tuyo, pero con una característica, vos sabías mucho de mí y yo casi nada de vos, salvo esto: brasileño del sur, nacido en la ciudad de Pelotas, estudió medicina en Buenos Aires y luego se formó con los pioneros del psicoanálisis en la Argentina. Si bien eras un freudiano ortodoxo prelacaniano, por razones cronológicas respetabas mucho a Lacan. Algunas de tus características eran la amplitud intelectual, tu gran sensibilidad e inteligencia perceptiva y el gran respeto por el otro. Es así que a pesar de haber sido paciente tuyo, permitiste que Nora – mi compañera de vida–, también te consultara a nuestro regreso de Europa, cuando ella lo sintió necesario. En este último período no querías cobrarme, pero pocas veces he tenido el placer de regalar una obra como cuando te di espontáneamente mi cuadro Panorama Web (1999).
¿Y por qué hacer un libro de estos rápidos croquis que para mí al realizarlos no tenían pretensión de obra? La decisión la tomé cuando en el año 2007, hice en el Museo de Arte Moderno (refugiado en ese entonces en el Correo Central) una exposición panorámica de dibujos organizada por Laura Buccelato, su directora, con el título Noé en Línea. Al ver gran parte de los dibujos expuestos, me di cuenta de que constituían una obra en sí misma y que tenían un gran eco en aquellos que los contemplaban. Vos mismo me dijiste que estabas muy contento de volver a verlos.
Lo que sé es que a partir de ellos comencé a dibujar intensamente en mi casa. Por esto creo que corresponde que publique junto con los dibujos realizados en tu consultorio, algunos de aquellos que hice utilizando procedimientos más sofisticados que simples marcadores, pero continuando con el mismo espíritu tanto en Buenos Aires como en París entre 1971 y 1978. Elijo esta fecha porque creo que la influencia de los dibujos hechos en terapia luego disminuyó. Lo cierto es que los dibujos realizados en mis sesiones terapeuticas gravitaron de tal manera que he decidido, a pesar de lo aclarado, titular este libro En terapia.
En 1975 volví a la pintura, de la que estaba alejado desde 1966, realizando en octubre una exposición en la Galería Carmen Waugh, en la que incluía una serie titulada La naturaleza y los mitos. ¿Cuáles eran estos últimos? Los mitos propios que habían aparecido en los dibujos “terapéuticos”.
Por otra parte, como sabes, un año antes había publicado una novela escrita y dibujada con el título Códice Rompecabezas sobre Recontrapoder en Cajón Desastre. Si ese texto es un eco simbólico y fantasioso de la terapia en sí misma, los dibujos que retratan los personajes son hijos de aquellos de la terapia, por lo?tanto, también los incluyo en este libro.
Como no me diste tiempo para contar con un prólogo tuyo y, como dije, porque me conocías muy bien, pero yo muchísimo?menos, le pedí a Carlos Abboud (también ex paciente tuyo, pero quien luego te frecuentó como amigo) que me acompañe en este proyecto con un texto sobre vos.
Con mi gran afecto eterno,
Yuyo Noé.