Castellano
Han sido ya 84 los años que Luis Felipe Noé ha pasado sobre la Tierra, y nada parece indicar que su afán originario haya disminuido. El sabe que no le queda repetirse hasta el cansancio sino ser más profundo y estético que nunca, aunque lo diga con un pudor que enternece.
Son las cinco de la tarde de un sábado de julio, pero no es un sábado cualquiera porque Yuyo acaba de inaugurar una notable muestra “prospectiva” en el Museo Nacional de Bellas Artes, una explosión de color, belleza y vitalidad. Pero antes de hablar de su arte, y en medio de la efervescencia que ha provocado esta exposición, es inevitable preguntarle cuánta alegría ha sentido por la reacción de un público que, pocos minutos antes de que empiece la entrevista con Perfil, lo busca denodadamente para felicitarlo, para abrazarlo y para sacarse fotos con él. Noé, su vida y su obra son una fiesta.
“El día de la inauguración hubo colas y colas y gente que no pudo entrar, y yo no lo esperaba. ¿Sabés cuántas personas me dijeron que vinieron sólo ese día? Cuatro mil. Me sorprende muchísimo”, comenta en una pequeña oficina del museo, más tranquilo y con la frescura de siempre.
[...]